jeudi 20 avril 2006

Una mujer en Ruanda

El dia se caia poco a poco y preparabamos la comida. Olia a mañoc y arroz, a yuca y a leche de cabra.

De repente alguien toco a la puerta. Yo sali a abrir y al instante me vi tirada en el suelo. Era el vecino. Recordé cuando era pequeño, cuando venia a pedirme permiso para que se fueran él y vos a jugar.

Nunca fue un problema que nosotros fueramos tutsi y que su familia fuera hutu. Su mama venia de vez en cuando a saludarme y hasta preparabamos juntos la masa de mañoc. Nuestras dos familias eran catolicas y nos respetabamos a pesar de nuestras diferencias de tribu: al fin y al cabo todos somos hijos de dios.

Al verlo tras la puerta, pensé inmediatamente que Emmanuel venia a contarnos las ultimas noticias de lo que pasaba en Kigali. Sin embargo, entre ese instante y el instante que mi cuerpo se derrumbo todo me parecio muy claro: Emmanuel se habia unido al llamado de los locos del FPR de Kigali. Se le veia en los ojos y en el machete que llevaba en la mano.

Venia acompañado de varios otros. Guerrilleros todos con machetes, matracas y metralletas. Sin esperar, sin hablar, le dieron a los machetes la utilidad que le tenian prevista. Empezaron a golpearte, a golpearme, a golpear a tu mujer, a tus hijos. Les grité. Me golpearon de nuevo. A punta de machetazos descuartizaron a tu mujer inconsciente. La metralleta escupio. Escupio contra mis nietos, tus hijos y contra tu mujer ya muerta. Emmanuel no decia palabra: el diablo se le habia metido en el cuerpo. Te volvieron a golpear. Te mantuviste de pie. La metralleta volvio a escupir. Escupio contra tus piernas. Caiste. Emmanuel sin decir palabra arremecio contra vos. El machete hizo su trabajo. El diablo se le habia metido. El diablo del machete. El diablo de Emmanuel. Te quiso cortar el brazo pero tus huesos no cedieron. El continuo como cuando se corta un roble que no se deja. Insistio hasta que la sangre salpico. Yo no tenia palabras. Los gritos se me morian con cada golpe de machete. No me quisieron matar. Querian que viera y que sobreviviera. Quise salvar a uno de los pequeños pero ya estaba muerto. Les pedi que me mataran. Se negaron.

Es como si vos nunca hubieras nacido. Como si tus hijos nunca hubieran existido. Tu mujer tampoco. Te mataron. Hoy me dicen que habria que matar a los hijos de los hutu, para que sepan lo que es el dolor. Pero qué mal puede hacer un niño? Yo no podria matar a un niño.

Te moriste. Y me mataron con vos.

6 commentaires:

Sirena a dit…

Ay... ¿habrá esperanza para este mundo? Un abrazo Hache... tanto padecer debe estarte doliendo... aunque ni se compara, ya lo sé.

Cristibel a dit…

Qué fuerte... cuán afortunados somos en nuestra pequeña tierra... Aunque aquí pasan terribles cosas... dentro.

¿Cuántas esposas han muerto por violencia familiar?

Quisiera contestar.

¡No más!

Humo en tus ojos a dit…

Auch! yo hace 3 días vi una película de este preciso tema... y qué dificil es sabernos habitantes de un planeta donde siguen pasando estas cosas en una parte, mientras en el resto nos des desinforman, ynos hacemos los desentendisos...

Denise a dit…

:-0
:_(
Ay.

hLopez a dit…

Definitivamente esta historia de Ruanda me ha tocado. No sé me pregunten por qué. Me cuesta trabajo concebir ese complot generalizado de un pueblo para matar con sus propias manos a cierta parte de su poblacion... es como si un dia, no sé, la gente de San José dijera vamos a matar a los de Cartago... no sé, el ejemplo es estupido, y talvez poco adaptado... pero es algo como eso...

Murasaki a dit…

creo que lo más terrorífico es pensar cómo el odio se puede infiltrar despacito, como sin querer queriendo, hasta que estalla en estas cosas horrendas...y nadie está exento de caer en su poder...

Por eso se necesita un esfuerzo constante para no dejarse arrastrar; estar atento a lo que nos ronda el subconsciente para que no nos agarre desprevenidos...